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Fuente: www.larepublica.com.co
El azaroso ejercicio de la previsión económicaPor: Julio Silva-Colmenares
Doctor en ciencias económicas.
postces@fuac.edu.co

En noviembre de 2000, hace casi dos años, el director de una institución de prospectiva económica decía en uno de sus concurridos seminarios que todo estaba dado para entrar de lleno a la reactivación económica y dejar atrás la recesión, pues indicadores positivos como mayores utilidades empresariales, baja inflación y disminución de las expectativas, equilibrio en la cuenta corriente, DTF moderada con menores riesgos financieros y menor deuda externa privada así lo indicaban. Según sus previsiones, el PIB crecería 3,3% en 2000 2,8% en 2001 y 4% en 2002. Si bien señalaba que algunos obstáculos podrían impedir el cumplimiento de tales proyecciones, no destacaba el que en nuestra opinión es el más importante desde hace varios lustros: la contracción permanente en la demanda efectiva de los hogares. Al contrario, preveía un incremento en el consumo de los hogares de 4,2% para 2000, 3,6% para 2001 y 2,9% para 2002.

Por esa misma época no confiábamos tanto en tales factores positivos y decíamos en esta columna que cambios circunstanciales en algunos indicadores o en la política económica podrían ser necesarios pero no suficientes para lograr un verdadero desarrollo y que, por tanto, el leve crecimiento económico de 2000 no sería sostenible. La vida mostró que el ejercicio de la prospección económica es azaroso cuando pesan más los elementos subjetivos que los objetivos. Durante 2000 el crecimiento del PIB llegó apenas a 2,74%, en 2001 bajó a 1,40% y para 2002 no se espera más de 1% a 1,2%, aunque el gobierno insiste en que puede estar entre 1,5% y 2%.

Se considera que durante el quinquenio 1988-2002 el valor real del PIB per cápita disminuirá en cerca de 7% y del consumo per cápita en los hogares en más de 10%; el PIB per cápita medido en dólares caerá en los mismos cinco años en casi 30%.

De otro lado, no es previsible un incremento global del PIB durante 2002 muy superior al 1%, como calcula el gobierno y varios analistas económicos, pues algunas cifras no permiten el optimismo. Las exportaciones en dólares disminuyeron más de 3% hasta julio, la producción industrial disminuyó 1% hasta mayo, los productores de cemento anunciaron una caída en los despachos de 20% en el año terminado en junio, el sacrificio de ganado disminuyó en más de 8% durante el primer semestre, entre otras. El PIB nominal apenas llegará a 203 billones de pesos y en valores constantes de 1994 a 76 billones. En el Plan Cambio para construir la paz se preveía un PIB nominal para 2002 de casi 236 billones, con unas exportaciones superiores a US$15.800 millones, cuando apenas superarán los US$12.000 millones. Ese mismo Plan calculaba para el cuatrienio 1999-2002 un PIB nominal acumulado de 775 billones, pero en realidad no llegará a 720 billones, pues suponía crecimientos reales del 2% para 1999, 3,5% para 2000, 4,2% para 2001 y 5,1% para 2002.

Si consideramos que la devaluación de 2002 permitirá un crecimiento de las exportaciones, medidas en pesos colombianos, de 5%, al tiempo que produce una disminución de las importaciones, también en pesos, del 4% (en el primer semestre disminuyeron más de 7% en dólares) y crece el PIB en 1%, la demanda final no llegará a 90 billones en valores constantes de 1994. Si es tal la situación, para el año 2002 el consumo de los hogares, que debe ser el más importante indicador económico, disminuirá casi 3% respecto a 1998, y si se mide en términos per cápita más de 10%, en cifras reales. En la demanda para inversión los resultados serán más críticos, pues la formación bruta de capital fijo en 2002 podrá ser un 30% inferior a la registrada en 1998.

El nuevo gobierno habla de llegar a un crecimiento de 4,4% en 2006, lo que deseamos que ocurra, pues el país no puede aguantar otro quinquenio como 1998-2002. Pero no vemos las reformas estructurales que se requieren para ello. Sin duda, la prosperidad del país debe afincarse en un crecimiento sano y sostenible que permita la recuperación de la demanda de no menos de 4,5 millones de hogares que están al margen del mercado, en un nuevo modo de desarrollo, para lo cual debe hacerse una redistribución más equitativa de las oportunidades sociales y del valor agregado.